“IMPRESSIONISM 200 YEARS AFTER”.

                                                     Reversos de la pintura de Nacho Martín Silva.  

“En verdad, no vivo sino por los ojos” escribía en 1886 Guy de Maupassant a propósito de la pintura impresionista1. Ojos ágiles y perspicaces, abruptamente abiertos, “a la manera de una boca hambrienta-dice el escritor francés-, que devoran la tierra y el cielo”[1]. La impresión misma de la realidad ha entrado de lleno en la retina del pintor. Pero en las palabras de Maupassant se advierte además que, en efecto, lo que se ha dado en llamar pintura Impresionista, no es tanto una empresa de producir paisajes, sino tal como se puso de manifiesto con la Salida del Sol de Monet, de Impresiones de la realidad. En cualquier caso, se trata de un contacto directo con las formas, en un proceso paralelo de descomposición de la luz y de recomposición de la unidad del modelo en la distancia.

Su primer signo de disolución, aparecía desde el centro del propio movimiento. Bajo la influencia del método de trabajo de Seurat y de su teoría de los colores, Paul Signac, escribe en 1899 una obra decisiva De Eugene Delacroix al Neoimpresionismo con el propósito de consolidar el nuevo movimiento del que formaba parte. Sin embargo, no deja de sorprendernos cómo el propio Signac anotaba en su diario que la impresión general de Les Poseuses de Seurat era la de una tonalidad completamente “grisácea”[2]. Precisamente el color gris, había sido el escogido para empapelar las paredes de la sala en la que colgarían las obras neoimpresionistas del Salón de los Independientes de 1887, con la pretensión- o tal vez el deseo- de que los colores de las pinturas que ahora desacreditaba Signac y que en poco tiempo también serán objeto de crítica por parte de los jóvenes fauvistas, hiciesen de la gama cromática divisionista -y por contraste- deslumbrantes policromías. Más aún, es posible, incluso, que el gris de aquellas paredes, estuviese anunciando el signo de los tiempos modernos. “¿Quién podría- se interrogaba Walter Benjamin a propósito de tal color- volver hacia fuera, de un golpe, el forro del tiempo?”[3]. Éste es, a mi modo de ver, el aspecto que Nacho Martín Silva nos muestra en su serie de pinturas. “La apreciación cromática-nos dice el artista madrileño- viene minimizada en grises y los modelos representados son otros”.

Desde la tentativa impresionista, han pasado cerca de doscientos años en los que parece haberse perdido el rastro del Impresionismo una vez encauzada su entrada en el gris del mundo moderno. Salir, ver y “liberarse” del estudio tal como reaccionariamente pusieran en práctica estos pintores, pero cuestionando la problemática que plantea la diversidad del contexto contemporáneo, ya sea desde la convicción de una Historia del Arte anacrónica, como bajo un punto de vista poliédrico, ha sido lúcidamente expuesto por Nacho Martín Silva en la sugerente muestra individual de su pintura que, con el título “IMPRESSIONISM 200 YEARS LATER”, tenemos el placer de contemplar. Junto a la primera serie de pinturas grises, se expone una de caballete. Se trata de un buen ejemplo de la sugestión que despierta en el artista toda poética de lo fragmentario al "construir", literalmente, el espacio de la pintura a base, tanto de pinceladas grises donde se aprecia una arquitectura marginal, como de listones de madera -¿acaso los mismos de aquellas?- que hacen de soporte de la propia obra. La muestra se completa con otros seis cuadros de pequeño formato que un ojo poco ávido podría fácilmente confundir con nubes. Sin embargo, esepoco de nada que se desliza a destiempos por la pared de la sala como si se tratase del paso lento de las Equivalents fotografiadas por Sieglitz, responde, sin embargo, a humo de fábrica descontextualizado de un paisaje moderno, a fragmentos de humo vueltos pintura. Y es que “nos encontramos- advierte el pintor- en un entorno que dificulta el ritmo que precisa la observación directa de la realidad”. En este sentido, el uso de fotografías de poblados marginales y, en general, de arrabales, lugares grises por excelencia, ha sido un factor determinante en el proceso de reflexión del artista madrileño. En una suerte de “apropiación” de tales imágenes, Nacho Martín consigue conmovernos a través de distintas tonalidades de grises que él mismo denomina un “secuestro del color” en cada pincelada, como si, en efecto, cada uno de esos fragmentos configurasen una única identidad en la colectividad, siempre pendulante entre la denuncia y el documento, y cuya atmósfera se muestra en ocasiones vitalista a pesar de que el aire libre ya no sea aquel violeta en descomposición que, según cuenta Jules Claretie, había descubierto Manet en la atmósfera[4].

Sería demasiado presuntuoso por mi parte, poner en boca de Nacho Martín Silva la exclamación “he encontrado el gris”, pero sí creo, en cambio, que cabría preguntarse cómo el color de la intemperie moderna ha acabado bañando la pintura "200 years after". La respuesta está, sin lugar a dudas, en la obra expuesta, en la pintura, o por decirla con Benjamin, en el “golpe” o reverso, en el “forro del tiempo”.

 

Antonio Navas Montilla

 

          



[1] MAUPASSANT, Guy de, <<La vie ´un paysagiste>>, Gil Blas, 28 de diciembre de 1886.

[2] SIGNAC, Paul, Journal, 28 de diciembre de 1897.

[3] BENJAMIN, Walter, El libro de los pasajes, [D,2,8],Madrid, Akal, 2007, p.131

[4] “He descuebierto al fin el verdadero color de la atmósfera. Es el violeta. El aire libre es violeta.¡Lo he encontrado!...” en Jules Claretie, La vie á Paris 1881, París, 1881, p.226