Incesto en lo inevitable. Apuntes sobre el trabajo de Nacho Martín Silva 

 

En el trabajo de Nacho Martín Silva, las investigaciones pictóricas -tanto técnicas como conceptuales- se orientan hacia formulaciones artísticas que visibilizan un imaginario de re-significaciones. Los saltos temporales, las apropiaciones -de registros policiales y referentes claves de la literatura infantil y alusiones a la tradición pictórica barroca- conllevan a una suspensión, tal vez a un colapso en las dinámicas temporales de lo sucesivo; alejando así cualquier posibilidad de esclarecimiento desde codificaciones psicológicas introspectivas. Ya que sus intereses estéticos buscan articular de modo más amplio las evidencias de lo que pertenece a un trasfondo poético común.

 

En esta propuesta expositiva las tensiones establecidas entre magnitudes opuestas de gran calado, lo idílico y lo analítico, ocultar y desocultar, interrogan desde qué lugar y en qué circunstancias se determina el efecto de verdad que escolta a la confirmación de la visión. Podría decirse entonces que recupera, a partir de una voluntad de conjunción y des-ocultación de fragmentos y emociones, mundos y significados múltiples y contrarios. Así, para acercarnos, por los caminos en que arriesga, a un desmantelamiento de algunos de los límites de la representación. Casi como un incesto en lo inevitable.

 

Creando una extensión de nuevas experiencias, sus pinturas logran que el mundo pierda lastre trágico y soportan transformando lo terrible en un espacio donde el sujeto no queda cautivo de certezas objetivas. Esta incidencia conceptual entra en resonancia con la interpretación heideggeriana de la edad moderna, como una época en la que el mundo se convierte en imagen y se transforma por la imagen. Esta imagen del mundo es conformada por la experiencia de la disección, de la penetración con los propios ojos en el interior, normalmente escondido, de cuerpos y escenarios compactos y cargados de capital simbólico siniestro.

 

En contraposición a todo análisis esclarecedor, la aparente curva idílica que deja el arcoíris, quizá no es más que una trama que se hace visible, un trayecto irregular que va de un extremo  a otro inaugurando  nuevas realidades. Así lo idílico como distorsión, y en contraposición con el sistema de visualidad afectiva burguesa, nos invita a una necesidad de recuperar la franqueza de las fragilidades diseccionadas por lugares precisos de algunas imágenes ineludibles en la historia del arte.

Alexis Callado Estefanía